UNA MUJER ENCADENADA da la espalda a La Moneda en llamas. Un vendedor ambulante escapa de los carabineros y ¡justo! se le cae la mercancía. Otro tipo, más joven destapa su cabeza y del cerebro brotan los colores de Jamaica.
Son algunos protagonistas de las tapas de la revista Trauko, un "cómic mensual para adultos" editado entre 1988 y 1991, cuyos treinta y seis números se convirtieron en testimonio de la resistencia underground a Pinochet.
Pero fueron sus mujeres ilustradas las que agotaron sus ediciones. Punkies o chicas posmo sin sostenes y con cara de orgasmo. Una metáfora de la calentura adolescente de una sociedad que era tratada como niño.
"A los quince, en las vacaciones, despertaba y ya estaban mis amigos del barrio leyéndolas en mi pieza", recuerda el documentalista Rodrigo Araya (36), mientras saca de su mochila la colección completa de la revista. "El precio de Trauko era como de unos tres mil pesos de ahora, así que no la prestaba", dice sin reírse.
Este año, Trauko cumpliría la mayoría de edad ochentera: veintiún años. La edad legal que permitía comprarla en los kioscos. Y Araya decidió hacer algo: se compró una cámara digital y, mientras terminaba el documental "Gladys" -sobre Gladys Marín, que sólo se ha mostrado en poblaciones y eventos universitarios- empezó a armarse un mapa de contactos y entrevistas, googleando los nombres de los dibujantes y guionistas de este engendro contracultural, censurado en dictadura y cuestionado en democracia.
EL MITO TRAUKO